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La generación actual de adultos que asume el desafío de educar en colaboración creció con experiencias y metodologías tradicionales. En nuestra formación, trabajar en grupos era ocasional, y rara vez se nos asignaban roles específicos o se establecían acuerdos claros para el trabajo conjunto. Esto condujo a valoraciones diversas de esta forma de colaboración y, en algunos casos, a una distribución desigual de responsabilidades, donde el cumplimiento de tareas parecía más importante que el proceso mismo. Hoy, como adultos inmersos en comunidades sociales y laborales, comprendemos el valor que habría tenido aprender desde una colaboración más intencionada.
Actualmente, mediante la implementación de metodologías activas como el estudio de casos y la simulación, he promovido y mediado el desarrollo de habilidades inter e intrapersonales para el trabajo en equipo. Cabe destacar que, en mi experiencia, la edad y el nivel de experiencia del estudiante pueden facilitar o dificultar este aprendizaje. En general, los estudiantes de ciclos iniciales y del primer ciclo escolar se adaptan mejor a estas metodologías, mientras que aquellos de segundo ciclo, educación media y educación superior pueden mostrar cierta resistencia inicial a la propuesta.