Hoy, vivimos en una sociedad en donde convergen diversas tecnologías entre las que se encuentran la inteligencia artificial, inteligencia aumentada, robótica, impresión 3D, big data, nanotecnología, e Internet de las Cosas. Klaus Schwab, fundador del Foro Económico Mundial, denomina a este fenómeno Cuarta Revolución Industrial.
Para muchos teóricos, ésta provocó una generalización de acceso ilimitado a la información digital. Cualquier ser humano con acceso a tecnología, puede subir información a los sistemas compartidos de Internet y publicar o transmitir mensajes con infinitas posibilidades de actualización de contenidos. El conocimiento se transformó en una fuerza central en la actividad económica, ya que compañías y países dependen cada vez más del capital humano e intelectual, y de la sistematización e interpretación de big data.
Por otro lado, gran parte de los estudiantes presentes en nuestras escuelas y liceos son nativos digitales. Marc Prensky, ha denominado a las personas nacidas después del año 2000 como centennials, y los caracteriza como ciudadanos que prefieren trabajar en red, recibir la información de forma ágil e inmediata, y ejecutar multitareas y procesos paralelos.
En esta sociedad híper digitalizada, el trabajo basado en el conocimiento desplaza al trabajo manual, y el valor de los activos intangibles de las empresas (bienes no materiales), ha aumentado considerablemente. Tal como proponen Joseph Schumpeter y Michael Fullan, la innovación, se impone como la fuerza de cambio dominante en la economía y la sociedad.
Enseñar a pensar
En educación, esto implica saltar desde la perspectiva de los contenidos, al paradigma del desarrollo de competencias multidimensionales que son aplicables a todos los contextos de la vida y el trabajo. El uso de herramientas computacionales, redes sociales y formatos de aprendizaje informal como videojuegos, videos y foros virtuales, nos habla de los modos con los que nuestros estudiantes aprenden en un mundo donde la información es ilimitada y está a un sólo click.
Este enfoque implica que el rol del profesor es fundamental más que nunca, ya que la formación y validación de habilidades implica enseñar a los estudiantes a pensar críticamente, trabajar e interpretar grandes cantidades de datos, resolver problemas que todavía no existen y seguir aprendiendo durante toda la vida, contextualizando los aprendizajes a los desafíos de la vida real.
Sin embargo, existe consenso internacional en que la escuela no está formando a sus alumnos para las exigencias del siglo XXI. Charles Fadel, autor de Educación en Cuatro Dimensiones, indica que los establecimientos no enseñan a abordar la complejidad, la multiculturalidad y la velocidad de los cambios tecnológicos. A su juicio, se requiere que, además de conocimientos, enseñemos habilidades y promovamos actitudes que pongan en acción estos conocimientos.
La educación del siglo XXI exige formar a nuestros estudiantes en habilidades como creatividad e innovación, y que los niños y niñas tomen el protagonismo del proceso de aprendizaje.
Nuevas habilidades
Surge entonces el concepto de habilidades para el siglo XXI. Patrick Griffin y Esther Care, del Centro de Investigación y Evaluación de la Escuela de Graduados de Educación de Melbourne, señalaron en 2014 que “cualquier habilidad que sea esencial para navegar a través de este siglo puede ser clasificada como una habilidad para el siglo XXI”. Según el marco de interpretación realizado por el proyecto Assessment & Teaching 21st Century Skills (ATC21S), se pueden agrupar en: maneras de pensar, de trabajar, de vivir el mundo y herramientas para trabajar.
Dado el gran desafío de formar ciudadanos para este siglo, educarchile pone a disposición de docentes y directivos una serie de herramientas para movilizar el desarrollo de habilidades que ya están recogidas en los instrumentos curriculares del país: pensamiento crítico, colaboración, creatividad, comunicación, metacognición, formación ciudadana, fortaleciendo actitudes y sociedad digital. ¡Te invitamos a revisar nuestra propuesta!